Antes de devolver el libro (después de dos años de tenerlo en casa es hora de retornarlo...) agrego otro cuento de Mr. Benedetti.
El hombre que aprendió a ladrar
Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje con lapsos de desaliento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacerlo algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Que lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se autoflagelaba con humor. “La verdad es que ladro por no llorar”. Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación. ¿Cómo amar entonces sin comunicarse?.
Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue comprendido por su Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendían, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión del mundo.
Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos: “Dime Leo, con toda franqueza: ¿qué opinás de mi forma de ladrar?”. La respuesta de Leo fue escueta y sincera: “Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano”.
Mario Benedetti, de su libro Despistes y franquezas
1 comentario:
Borges dijo casi todo lo que se tenia que saber al respecto de los idiomas i ssus traducciones.
a nosotros nos queda ocupar el lugar del creaor de idiomas el interruptor de signos, la sencillez de los simbolos, la comunion de los sentimientos.
nunca perderse en los tiempos.
Si al final pertenecemos, somos
solo lenguaje.
escrito
oral
da lo mismo
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